El Otro

Hace un año asistí a un taller de escritura de blogs impartido por mi querida amiga Ana Muñoz de la Torre. Állí supe lo difícil que es crear un personaje sin que este termine convertiéndose en otro yo.

De ese curso surgió Dan, un tipo sombrío y cínico que sin ser yo, acabó pareciéndose demasiado a mí. Tuve que dejar la historia de Dan inacabada cuando recibí la llamada de los tulipanes, pero aún pienso mucho en el, Dan pudo haber representado mi lado más oscuro, de su boca pudieron haber surgido aquellas palabras que ni siquiera aquí me atrevo a mencionar.

La historia de Dan empezaba de manera un poco pesimista y triste, pero le tenía reservado un final feliz, el mismo que espero tener yo algún día.

Aquí os dejo una de las entradas que escribí durante el curso. Debíamos escoger dos palabras completamente al azar, sin relación entre ellas, y elaborar una entrada para nuestro personaje asegurándonos de que fueran mencionadas.

Las mías fueron sauce y jabón.

Sauce y jabón

Los veranos son para bañarse. Ríos y lagos, océanos y mares, bañeras y duchas, sirven de alivio para el insistente calor que vuelve las camisas pegajosas, los ánimos aletargados y las noches sin dormir más sofocantes.

Mis veranos eran de agua.

Durante la época estival nos bañábamos en el río de mi pueblo, una serpiente de generoso caudal al que acudía con mis amigos en busca de un remedio para nuestro aburrimiento soñoliento, huyendo de los gritos y sermones de nuestros padres.

Sus aguas eran refrescantes, a veces eran tan frías que nada más dar el chapuzón teníamos que volver a salir jadeantes y temblorosos. Me imaginaba que debía haber un glaciar a miles de kilómetros de allí que lo alimentaba, pero me cuidaba bien de no airear demasiado mi teoría, estaba ya bien servido de burlas.

Burlas que me sacaban de quicio, especialmente en nuestras excursiones al río: aguadillas, empujones inesperados,salpicaduras con agujas de hielo mientras me achicharraba a placer bajo el sol del mediodía,pelota sobre mi cabeza, pelota sobre mi espalda, pelota sobre mi cara.

Odiaba esos momentos de manera tan intensa que creía que la furia acabaría por consumirme. Ideaba maquiavélicos de venganza que sin embargo olvidaba rápidamente en cuanto cambiábamos de juego o al volver a casa, ese tipo de borrón y cuenta nueva que sólo los niños hacen hasta que aprenden lo que es el rencor.

Mis veranos eran jabón.

Como yo huía de la ducha como de la peste, mis padres metían con disimulo en mi mochila una pastilla de jabón. Ducharme, un suplicio, pero limpiarme en el río era otra cosa.La resbaladiza pastilla podía ser usada como proyectil, pelota o submarino con el que torpedear a los incautos que invadían mis aguas territoriales.

Aunque había varios embarcaderos en los que los habitantes del pueblo chapoteaban con deleite, nuestro lugar preferido era donde el viejo sauce llorón extendía sus brazos para acariciar el agua. Era un árbol que parecía milenario, imponente,mágico; sus ramas perfectos trampolines que además sostenían nuestros toscos columpios de neumáticos y cuerdas.

Nunca imaginé que largo tiempo después de dejar el pueblo, mis recuerdos veraniegos serían de agua y jabón, travesuras infantiles bajo la atenta mirada paterna de ese decrépito árbol, el sauce llorón, al que veo ahora como un reflejo o premonición de mi futuro ser adulto que observa con ojos tristes y cansados esa infancia que nunca volverá.

Acerca de Mirko

Alguien que no sabe a dónde va
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Una respuesta a El Otro

  1. A dijo:

    Qué árboles tan bonitos! Y qué veranos tan bonitos!Tener un río, un árbol, y el tiempo ocioso es lo más de lo más.Me gusta la entrada que escribiste. Es sencilla pero de sentimiento intenso y refrescante, muy refrescante!Te has lavao detrás de las orejas?Jajajaj!Un besitoÄfrica

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